El obturador es la parte de la cámara que regula la cantidad de luz que entra en el objetivo. Junto a la sensibilidad ISO y a la apertura del diafragma son las claves básicas de la fotografía. El obturador se coloca justo delante del sensor, regulando a través de dos cortinillas el tiempo durante el cual va a llegarle luz a éste.
Es por eso que la velocidad de obturación será el tiempo que va a estar abierto el obturador permitiendo pasar luz al sensor. Esto implica que dependiendo de la velocidad de obturación que marquemos en la cámara, obtendremos unos resultados u otros, incluso fotografiando el mismo objeto.
Velocidad de obturación RÁPIDA
Con una velocidad de obturación rápida evidentemente el sensor recibirá luz durante un periodo muy breve de tiempo, por tanto, deberemos regular la escena calibrando el ISO, para evitar una sobreexposición de la foto o lo que coloquialmente se conoce como “una foto quemada”.
Una velocidad rápida se considera todo lo situado por encima del 1/60 segundos. Con esa velocidad, las imágenes son muy estáticas y a medida que se usen velocidades más altas obtendremos una imagen congelada aún mejor, lo cual es de gran utilidad en la fotografía deportiva profesional.
Velocidad de obturación LENTA
La velocidad de obturación lenta es exactamente lo contrario, se clasifica como todo lo captado por debajo de 1/60, sin necesidad de calibrar tanto el ISO ni de abrir en exceso el diafragma para alcanzar la exposición adecuada.
Con la velocidad de obturación lenta conseguimos captar el movimiento producido por los objetos, aunque se recomienda utilizar un estabilizador para evitar que la imagen salga movida incluso por pulsar el propio obturador.
La obturación, en definitiva, es uno de los parámetros fundamentales a la hora de hacer una foto. Su versatilidad a la hora de ejecutar la fotografía de una u otra forma le hace ser un elemento clave a la hora de conseguir el resultado perfecto, ya sea la congelación de la imagen o el dinamismo de la misma.
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